Estos días lluviosos no paran de repercutir en mí. Siento
una intensa necesidad de calidez, que únicamente encuentro bajo mi edredón. No
sería tan nostálgico si tú no estuvieras por todas partes. No paro de
encontrarte hasta donde no te busco. Inundas mis sueños con bonitos recuerdos o
con pesadillas con perderte, mi mente con circunstancias hipotéticas y tu intermitencia,
mis días con palabras tribales, mis semanas con la espera de que me eches de
menos y quieras verme, y mi corazón en la ante sala de la desesperación. No
tengo descanso, te siento en todas partes. Ya no sé cómo actuar, no me siento
yo. Me siento entre arenas movedizas en las cuales si intento escapar de éste
sentimiento o intento luchar por él me van arrastrando más deprisa al abismo. Y
si me quedo inmóvil, veo cómo va pasando la vida lentamente sin mí. Tú eres la
consistencia de estas arenas, según tus actos, tus palabras me hundes o me
ayudas a salir.
Créeme si te digo que soy consciente de que así no se puede
seguir, pero uno ya no sabe cómo actuar, si a favor o en contra a sus
sentimientos, si luchar y temblar o desistir y perderse, si enloquecer o
mantener la cordura a flote.
Amor, tu sabes que odio la arena, lo recuerdas ¿verdad?